Tu amor llegó
como un trueno en zapatillas,
cortando el aire con prisas;
olvidé las ventanas abiertas
y te colaste en mi salón.
Eras lluvia de domingo,
un chubasco travieso,
salpicando todo a mi alrededor,
Eras un río loco,
con hambre de todo,
de esos que se lleva lejos a los peces
y deja las piedras llorando
que ahora pasaba por mi puerta,
arrastrando las flores del balcón.
Te amé como se puede querer al sol
en un día de tormenta,
con los pies mojados,
las palabras empapadas en la cabeza
y los ojos llenos de pestañas de agua.
Cuando el cielo bostezó
se apagó la tormenta,
el viento salió por el tejado
y tú por la puerta.
Mis lágrimas,
esas testarudas,
aún te buscan,
yo me quedé mirando
la laguna que me habías dejado.
A día de hoy, aun no se ha secado,
y desde el sillón del comedor
lanzo barcos de papel,
y en cada uno de ellos,
imploro que vuelva a llover.