He escogido este momento para confesarte mi amor, fue el destino, desde el primer día que te observé, de cómo tus labios carmesí adornaron mi café, tus dulces palabras, una amabilidad que nunca antes conocí.
Tu pelo negro, tu tez sedosa y blanca, tan suave…¡Oh! No aprecias mi contacto, pero tranquila, te acostumbrarás. Detén tus lágrimas, pronto comprenderás tu destino.
Tranquilízate, vivirás, aunque encadenada a esta cama, amordazada en este silencioso y aislado sótano. No deseo lastimarte, como hice con la anterior. Mitigarás mi soledad como en el bar, entenderás inevitablemente que tú también me amas.