Me encuentro perdido entre dunas,
de suave arena dorada,
bajo el menguante brillo del sol,
y la discreta luna blanca.
Pasan los días y sigo
cautivado en este silencio,
que el cielo negro sostiene,
derramando su fuego,
sobre mi sombra callada.
Sombra errante enamorada,
sin morada,
extraviada bajo noches estrelladas,
atrapada en el laberinto,
de mis propias pisadas.
La brisa salada resuena,
ola tras ola constante,
bajo pasos sin alma,
buscando respuestas,
una vez más, entre lágrimas.
Quizás un día,
encuentres mi rastro sobre la arena,
atrás dejé una sombra desnuda,
carga en mis hombros de una vida,
que pesadamente me acompañaba,
y ahora, libre, languidece sobre las dunas.
Bravo, Francisco, te superas con cada relato, es un poema triste, pero describe muy bien la escena, el escenario y el pensamiento, muy bonito la verdad.