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Bosque encantado

Cuando me alcanza y reclama la noche,

sueño caminar por un bosque opaco,

tan espeso y lúgubre,

que ni el sol osa allí respirar.

Un bosque nacido de sombras,

de árboles dormidos y hojas colgando

apartado y olvidado,

que nunca nadie le puso nombre.

De sus ramas flacas brota el luto,

flores mortecinas como humo

estrangulando la luz.

Un río somnoliento, de aguas oscuras y lentas,

se arrastra y serpentea cabizbajo,

reflejando la quietud de la tierra húmeda.

Un aullido desgarrador rompe el silencio;

los árboles se estremecen,

apartan la mirada,

anhelan el letargo.

El aire se espesa y nadie observa

cómo en silencio otra vida se quiebra.

Un escalofrío recorre mi espalda,

abro los ojos sobresaltado,

mi pecho late con fuerza.

He vuelto a soñar con aquel rincón

donde ahora crece la hiedra,

aquel jardín encantado que fuiste,

donde ahora yace tu corazón bajo tinieblas.

Cuando despierto sin ti,

en la soledad de mi habitación,

la oscuridad de mi mundo se disimula menos densa,

pero sigo echando de menos

la compañía de tu etérea presencia.

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3 comentarios en “Bosque encantado”

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