Cuando la luna llore gotas de sangre,
y una a una las estrellas en la nada se apaguen,
sabrás que la hora hambrienta ha llegado,
pues es la noche en que los muertos caminan,
el abismo te reclama,
el ocaso se inclina de rodillas,
y sus puertas de par en par ante ti se abren.
El aire, denso, vibra,
se ahogan en susurros tus pupilas,
es el eco de todos los gritos del infierno que no puedes oír,
apiádate de ellos,
de aquellos condenados que no ya pertenecen a este mundo,
no es un sueño,
respira, pero no inhales demasiado profundo,
porque aún no te hemos alcanzado,
sabrás que estamos un poco más cerca,
cuando dejes de sentir.
Lo que te acecha no es viento,
es el aliento frío de los que no descansamos,
buscamos tu carne, olemos tu miedo,
en tus gritos ahogados de clemencia,
sobre lo que quede de tus huesos,
recordaremos en un gran festín,
lo que para nosotros fue morir.
Resuena un compás de sed mortal
son de nadie, los pasos que escuchas detrás de ti,
las sombras que se arrastran te cercan,
forman un círculo lento,
tu sufrimiento,
tus lágrimas ardiendo,
pero aún no ha llegado tu fin.
Cuando sientas esa mano rozar tu espalda,
ese toque gélido que te apaga el alma,
no corras, no huyas,
conocemos cada paso que vas a dar,
siempre sabemos dónde te vas a ocultar.
Esta noche, en este instante inevitable,
tu corazón inexorable ya no latirá.
Es Halloween,
el umbral te abre sus fauces,
las criaturas han despertado de la oscuridad,
silenciosas, te esperan,
esperan tu último paso,
para arrancarte de este mundo,
esperamos pacientemente tu parpadeo final.
Y no será un juego del que puedas escapar,
no es un sueño, no,
y si crees que no digo la verdad,
si dudas de mis palabras,
cierra los ojos antes del alba,
si es que te atreves a despertar,
porque si lo haces,
el tintineo de mis cadenas,
será lo útlimo que verás.