Bienvenidos a mi mundo, donde la verdad yace oculta en las sombras, y los cuervos picotean los restos de mi cordura.
I
No temas a los fantasmas, los verdaderos monstruos aún laten en el pecho de los vivos.
Cada vez que me invade el sueño, despierto ante un espejo y me paralizo al cruzar la mi mirada con esos extraños ojos. Un frío me hiende por dentro, como si caminara por un bosque marchito en la noche. Es como si al filo de ese reflejo, hubiese algo esperando, algo paciente, sigiloso que no duda en acecharme en silencio, como aguardando su momento, sabiendo que tarde o temprano, marcado por el miedo, cederé a su trampa, y me perderé en las grutas oscuras de sus garras, sin posibilidad de regreso.
II
Nadie teme a la oscuridad hasta que ésta susurra tu nombre.
Mis ojos se alimentan de tus sueños,
desgarrando cada uno hasta que solo queden pesadillas,
desearás que acabe pronto, prometo no sentirás dolor,
pero me suplicarás que también debore tus cenizas.
III
Cada escalofrío es solo un aviso; la piel presencia lo que tus ojos se niegan a ver.
No es la noche eterna si tus manos aún tiemblan,
no es el aire gélido lo que contornea cada uno de tus nervios,
a tus huesos envuelvo con alas de tiniebla,
recuerda que soy yo perforando tu piel,
arrastrándome lentamente bajo tu frágil corteza.
Cada vez que respiras,
te acercas al abismo de mi voluntad,
un tic-tac siniestro resuena cerca de tu pecho,
es la cuenta atrás de tu alma sobre los dientes de mi oscuridad.
Despertarás creyendo que todo fue un sueño,
pero aquí sigo, acechándote, saboreando tu fragilidad,
listo para arrancarte con mi lengua la luz de tu último aliento,
recuerda que aún no he comenzado, cuando sientas que ya no puedes más.
iV
Los secretos no se ocultan bajo tierra; son las miradas de los vivos las que arrastran el peso de aquello que nunca muere.
Cuando la luna llore gotas de sangre,
y una a una las estrellas en la nada se apaguen,
sabrás que la hora hambrienta ha llegado,
pues es la noche en que los muertos caminan,
el abismo te reclama,
el ocaso se inclina de rodillas,
y sus puertas de par en par ante ti se abren.
El aire, denso, vibra,
se ahogan en susurros tus pupilas,
es el eco de todos los gritos del infierno que no puedes oír,
apiádate de ellos,
de aquellos condenados que no ya pertenecen a este mundo,
no es un sueño,
respira, pero no inhales demasiado profundo,
porque aún no te hemos alcanzado,
sabrás que estamos un poco más cerca,
cuando dejes de sentir.
Lo que te acecha no es viento,
es el aliento frío de los que no descansamos,
buscamos tu carne, olemos tu miedo,
en tus gritos ahogados de clemencia,
sobre lo que quede de tus huesos,
recordaremos en un gran festín,
lo que para nosotros fue morir.
Resuena un compás de sed mortal
son de nadie, los pasos que escuchas detrás de ti,
las sombras que se arrastran te cercan,
forman un círculo lento,
tu sufrimiento,
tus lágrimas ardiendo,
pero aún no ha llegado tu fin.
Cuando sientas esa mano rozar tu espalda,
ese toque gélido que te apaga el alma,
no corras, no huyas,
conocemos cada paso que vas a dar,
siempre sabemos dónde te vas a ocultar.
Esta noche, en este instante inevitable,
tu corazón inexorable ya no latirá.
Es Halloween,
el umbral te abre sus fauces,
las criaturas han despertado de la oscuridad,
silenciosas, te esperan,
esperan tu último paso,
para arrancarte de este mundo,
esperamos pacientemente tu parpadeo final.
Y no será un juego del que puedas escapar,
no es un sueño, no,
y si crees que no digo la verdad,
si dudas de mis palabras,
cierra los ojos antes del alba,
si es que te atreves a despertar,
porque si lo haces,
el tintineo de mis cadenas,
será lo útlimo que verás.
V No hay peor prisión que el recuerdo de algo que nunca existió.
Fueron latido,
fueron deseo,
fueron carne,
ahora son solo murmullos arrastrándose,
y esta noche,
no tengas duda,
vienen a cazarte.
Anhelan recordar,
quieren saborear
el eco crujiendo de tu sangre.
Un aullido sin rostro
se materializa en el aire,
la luna llena no teme a los lobos,
bajo su luz,
solo te queda huir.
Un alarido rasga tu corazón,
corres,
dudas,
y caes,
percibes su hambre,
lo que no sabes
es que no necesitan estar cerca
para oler el miedo de tu sombra,
intentas ocultarte,
rezas para que los dioses que te salven,
tienes esperanzas,
pero ellos ya conocen dónde esperarte.
Vi La Oscuridad tiene dientes y sabe dónde morder
Caminé por sendas sombrías
de una antigua vida ahogada,
como un espectro desterrado,
vagabundeando bajo un cielo desollado
y una luna de blanca ceniza.
Estuve allá, donde el tiempo es piedra y se quiebra
allá donde el viento se desmaya sin alma.
A cada paso, el suelo mascullaba,
como si mi peso despertara
los secretos que en la noche allí dormían.
Mi razón descendía
hacia el pozo de mis pensamientos,
me asomé, febril y tembloroso
hasta que el juicio se tornó eco.
Grité estremecido,
mi mente se consumía,
fue un sutil silencio,
quien respondió a mis lamentos.
El vacío, oscuro y cruel,
se enroscó sobre mi piel.
Retrocedí, deshice mis torpes pasos,
no sé cuánto me llevó,
no sé qué me costó,
pero noté que ya no estaba solo,
algo se encadenó a mi locura,
una presencia fugaz,
latente, oscura,
quizás solo fue esa frágil voz,
honda y vasta,
a quien mi grito despertó,
o el rastro de una antigua vida que se borró.
Quizás solo sea yo y nadie más,
atado a esta negrura,
esa voz alejándose que murmura
que no desea retornar.
Si os apetece seguir,
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Fin? 🙂