Me han dicho
que los poetas no roncamos,
que la eternidad,
y el amor,
se susurran
y la melancolía prefiere el silencio.
Si ronco, es porque vivo,
si vivo, es porque sueño,
y si molesto, bueno,
¡que el mundo se acostumbre al estruendo¡
No concibo soñar sin roncar,
mis sueños llegan con su ruido,
y mi alma tiene trámites pendientes.
Tengo una cama estrecha
y sueños amplios;
con cada resoplido,
derrumbo algunas paredes.
Y si al final de este concierto
me despierto entre aplausos,
prometo un día
ponerle tu nombre
a mi himno pausado,
desafinado,
como una prueba innegable
de que estoy aquí,
como todas las noches
intentando que escuches
los gemidos de mi pecho,
soñando desesperadamente con tu boca,
soñando que ahogas mis notas con tus besos.