A veces me pregunto
si el amor no será un accidente,
donde no todo el mundo está asegurado,
con la convicción de que el corazón
sobrevivirá al impacto.
Y así puede pasar,
que un día cualquiera,
un conductor distraído,
te atropella de frente,
sin frenos
sin notar que estás ahí.
Nadie asume la culpa
y, aún así, tengo que pagar la factura.
Un día cualquiera,
me tocó a mí mi momento inesperado,
el que te vi caminar,
el de mis ojos clavados en tus labios,
y eso que hasta el peor conductor
sabe que hay señales de advertencia,
pero con el corazón a punto de estallar
¿cómo iba yo a verlas?
No sé si amarte es mi mayor dolor
o un milagro disfrazado
pero aquí estoy,
dispuesto a pedirte compensación
por los daños recibidos,
mientras sigo esperando
a que pase alguna ambulancia.