El mar me habla desde la orilla,
con voces lejanas de estrellas dormidas,
trayéndome historias de aguas tranquilas,
que acallan tormentas en su pecho.
Alma de sal,
con el vaivén de las olas,
alma de cristal,
bajo el velo de la luna.
Mis huellas reposan descalzas sobre la arena,
la brisa suavemente me acaricia,
la marea susurra y deshace recuerdos,
mi alma carga con la levedad del paso del tiempo.
En el horizonte,
las estrellas se reflejan
como sueños cercanos,
y aquí, al borde del océano,
se disimula que vine a llorar,
donde una lágrima mía
es otra apacible gota más,
que en su calma profunda,
esconde la furia del mar.