En mis noches de soledad
hace ya un tiempo que me acompaña
una Flor De Pascua,
a esta hora seca y marchita,
en uno de los rincones de mi habitación.
La miro desde la distancia,
inerte e inmóvil,
inmutable y silenciosa,
no me atrevo a tocar sus hojas,
procurando que no se
resquebraje su historia.
No recuerdo ni aroma ni perfume,
hace tiempo su fragancia se esfumó,
su color palidece.
O simplemente ha sido el olvido quien lo apagó.
La contemplo en silencio,
preguntándome por qué la mantengo,
si es tan solo una flor marchita.
Quizás sea por ceguera o una forma de cobardía,
será mi inconsciencia,
que no quiere que me resigne y darle su despedida.
Quizás sea hora de darle su adiós,
poner tierra encima
para que la vida continúe
en mi jardín interior.