Me dejé llevar por mis pasos,
hasta llegar a la fría arena,
una sábana que cubre,
con su fino manto,
esta azafranada tierra.
Se terminó el tiempo,
de inexpugnables castillos,
algarabía y gentío.
El mar tropieza con el silencio,
y proclama su existencia,
yendo a morir con sus latidos,
resonando entre las piedras.