A veces creo que mi insomnio
se niega a descansar,
se queda con las sábanas,
las estira, las arruga,
se sienta en la orilla,
se tumba en el techo.
Da vueltas,
revolotea por el espejo del baño,
remueve el armario en busca
del fantasma del sueño,
y me quedo solo esperando.
Me habla,
intento ignorarlo,
me pregunta,
no sé qué responder,
yo, con el alma inquieta,
no sé hacerlo callar,
y le hago compañía,
sin saber por qué,
sin saber hasta cuándo.
Me mira con sus ojos cansados,
no sabemos si mañana será distinto,
si alguna vez
se quedará dormido antes que yo.
Pero no lo hará.
Lo sé.
Y él también.