Miro a ese hombre,
ahí de pie, parado,
veo sus ojos huecos,
llenos de interrogantes,
y de pensamientos enredados.
No puede expresar palabras,
y desde la distancia
siento el temblor de sus huesos
en su mirada.
Vacila,
su corazón aún late,
y se adentra errante
entre callejones estrechos
evitando la luz.
No existe otro camino,
y cada paso lo acerca
más a la soledad.
Miro a ese hombre
deambular desolado,
en silencio,
y me pregunto si no estará
muerto por dentro.
Su languidez me es familiar.
Me pregunto, si acaso
no seré yo reflejado en el espejo.