Te miro con lenta devoción,
mientras tus ojos pequeños
se entregan al rostro de un largo día.
La noche se desnuda en tus labios
y por tu cuello de blanco
se deslizan hilos de luz apagados.
Yo te espero aquí,
como un suspiro olvidado
embelesado en tu soñar,
vestido de ingenua juventud despojada,
maldiciendo en silencio la distancia
y al perverso mar que nos separa.
Cada ola que se alza,
es como una herida
que me arrastra sin piedad.
Quiero que el viento
me hable de ti,
de lo eterno,
que robe en secreto,
uno de tus besos.
Sueño con alfileres de miel y de azahar,
clavados en mi pecho.