Quiero que me entregues tu amor
lentamente,
apenas lo justo,
un suspiro tras otro
sin prisas,
como un beso al oído
que se desliza en el sueño,
y atreverme a imaginar tus labios,
disfrutar cada leve detalle,
de ese instante,
cuando me descubres
mientras yo lo pretendo.
Que no me inunde de golpe,
déjalo gotear,
para despertar a media noche,
saborear en solitario
un café amargo,
como si fuera agua de manantial,
o en su tibieza,
avive el frío de mis manos.
Poco a poco,
para anhelar tu presencia,
y veas que te deseo,
con desespero,
cuando en cada latido,
te mendigo,
que en el siguiente punto y seguido,
me entregues el resto.