Pueblo mío, de balcones adornados y floridos,
con canciones al viento abrazando mi niñez,
veranos anclados entre sueños perdidos,
risas y juegos en la tarde, bajo la sombra de un ciprés.
El sol se posa en tus arrugadas fachadas,
callejuelas perfumadas de fresca calma y jazmín,
mi alma habita en tus calles empedradas,
el azahar besa el aire, bajo tu cielo añil.
Anhelo tocar de nuevo los colores de mi tierra,
pintados de cal en cada blanca pared,
en cada amanecer dorado sobre los campos de trigo,
en cada verde olivo, derramándose lentamente el atardecer.