Quise acunarte entre mis brazos,
y acariciar la sombra de tu pelo,
que un día los mares se aparten
azotando el horizonte de mi pecho.
Que sintieras el pulso de mi sangre
viendo los atardeceres conmigo,
tus ojos bebiendo el ocaso,
mi sed, despertando contigo.
Me ayudarías a devorar estrellas,
y tus ojos incendiarían mis noches,
quizás, ese día,
renunciaría a buscarte en el aire.
Dejarías de ser mi ocaso,
el desierto que me desvela al soñarte,
quizás, ese día,
mis sombras puedan calmarse.