Siempre estuve aquí,
aguardando de puntillas
sobre capas de miedo,
latiendo bajito,
sin hacer ruido,
en mi incierta certeza,
con mi tristeza pensando,
siempre desde lejos.
Pensé en tu cama,
en noches de pocas palabras,
en tus ojos despertando
en el ritual de dos cafés a la mañana.
Pensé vivir en tu boca,
en tus risas descifrando interrogantes
tú y yo, fuera del mundo,
en la magia de pausar el tiempo,
desnudando rutinas entre los dedos,
dejando caer la levedad en nuestra piel.
Tú y yo, terminando la tarde
apagando la luz en mi pecho.
Pensé que mis palabras te pertenecían
y que las horas se detendrían para esperarnos.
Me mordí las palabras,
y mientras tanto,
esperando a que me adivinaras,
tú te alejabas,
y yo,
quizás, nuca quise verlo,
y me quedé sin hacer nada,
atrapado en ese eco,
pensando, una y otra vez,
sin saber que te había estado perdiendo.