Siempre imagino a mi corazón
como una frágil caja de cartón,
mal doblada que apenas encaja,
vieja y desgastada por la lluvia,
llena de letras sueltas,
que uso para armar mi mundo.
Remiendo mis heridas y tempestades
con metáforas,
esculpo en rimas los instantes felices.
En mi caja algunas consonantes
se derrumban huérfanas
y otras insisten en quedarse,
como si esperaran
algún pasaje directo a la nostalgia.
Quizás algún día las ordene
y fabrique exóticos paisajes.
Sin embargo, cuando estás cerca,
todas se escapan en estampida a tu encuentro,
y aquí me quedo, garabateando solo,
ordenando el polvo de mi cajón desierto.