Tanto va el cántaro a la fuente,
quien dice la fuente,
dice tu ventana,
aunque sabe que duele.
Y yo,
digo él,
tonto,
que cada noche se enfrenta
a la misma esperanza.
Es que el cántaro no aprende,
astillándose grieta por grieta,
pero tanto se arriesga,
que ya no sé si va o vuelve.
¿Qué importa romperse
si al final de cada viaje
tu reflejo en el agua me espera?