Te amé
como se ama la lluvia en verano,
con la fiebre de todos los campos
como un aguacero furioso,
que resquebraja el polvo sediento
y todo huele a tierra viva.
Te amé
dejando que el agua me quemara
devorando mi sed,
y en mis venas aún hablas
como gotas atrapadas,
como el intacto recuerdo
de un verano que al partir,
nunca se termina.